sábado, 29 de diciembre de 2012

Últimos días


Últimos días de internado. Este ha sido el año en que más he aprendido medicina. He roto paradigmas. Lo que dicen los libros, las guías y las separatas de pregrado no valen ni pesan cuando no hay recursos. Una sonrisa y un “te vas a sentir mejor” pueden tener más impacto que un ibuprofeno. En la práctica y con algo de perspectiva, todo lo aprendido pierde sentido cuando no sirve para ayudar a las personas.
No entiendo los medicamentos, no entiendo la farmacoterapia. No entiendo enfermedades como la diabetes o la hipertensión, que son complejísimas y multifactoriales, y a las que nosotros disparamos al aire con medicamentos probados in vitro y sustentados con evidencia estadística,  ¿cuántas veces alteradas por intereses económicos de gigantes industriales que contemplan bolsillos antes que pacientes?
El sistema de salud pública es tan malo que no importa si la calidad de mi trabajo es la mejor. Siempre he sentido que no soy un buen interno, porque siento que mi trabajo no mejora sustancialmente la calidad de vida de mis pacientes, y eso me frustra. El desgaste emocional es inmenso y el impacto es poquísimo. La burocracia es una empalizada de papel contra la cual me he estrellado cada día, pero no hay solución en seguir quejándome. Estoy tomando una decisión.
No quiero hacer residencia o especialidad. No quiero ser pediatra, cirujano, internista ni ginecoobstetra. No es por engreimiento de no querer tener guardias, no es flojera ni mediocridad. Me incomoda que la etiqueta de “médico general” o “médico sin especialidad” se diga con vergüenza, como si el pregrado de medicina no fuera de por sí mucho más largo y demandante que cualquier otro.
Vengo de una familia de artistas, filósofos y humanistas, en donde se celebran la vida y la estética, se respetan la ciencia y la razón, y la creatividad y las ideas son como el agua y el pan. Dedicar mi vida a cuidar enfermos y verlos morir no me satisface, me entristece y llena de impotencia.
Pienso que puedo tener más impacto trabajando con poblaciones que con individuos. Que hay más verdad en la medicina preventiva y en la promoción de la salud que en la terapéutica ciega. Que la epidemiología, la salud pública y el control de enfermedades no son sólo más enriquecedoras intelectualmente, sino que convergen con política, economía, y antropología, y hacen justicia al renacentismo que descuido.
Hoy soy Médico aunque me falten 4 meses de papeleos. Hace siete años al empezar la carrera me propuse no pasar por la vida sin hacer una diferencia, y hoy lo constato. Me propongo a dedicar mi existencia a mejorar la de los demás. Eso no significa que vaya a seguir el camino tubular y prefabricado que dictan la carrera y los maestros. Solo pido que lo respeten.